DOMINIQUE
SANDA: "SOY UMA ENAMORADA ABSOLUTA DE LA BELEZA"
(La
Segunda, Santiago de Chile, Nov 2010)
Dominique
Sanda, considerada dueña de uno de los rostros más bellos del cine francés, la
"Mujer dulce" del filme de Robert Bresson de mismo nombre que hechizó
a los espectadores con su primer papel, a los 16 años, se define a sí misma
como una "enamorada absoluta de la belleza".
"El
mundo es tan bello que creo que hay que estar a la altura de esa creación que
nos fue regalada. Cada uno tiene que participar de esa belleza", dijo la
actriz, que vive desde hace 11 años en Buenos Aires junto a su esposo, el
rumano-argentino Nicolae Cutzarida, y se encuentra en la ciudad de Mar del
Plata como jurado de la competencia internacional del Festival de Cine.
"Hice
películas con los más grandes directores italianos, que son artistas de los
pies a la cabeza, personas dedicadas a la belleza. Me crié en esa
atmósfera", explica la actriz, de 59 años, en perfecto castellano.
En
los años 70 actuó bajo la dirección de "monstruos" del cine italiano
como Luchino Visconti ("Gruppo di famiglia in un interno"), Vittorio
De Sica ("El jardín de los Finzi-Contini") y Bernardo Bertolucci
("El Conformista" y "Novecento").
"Lamentablemente
no todos son estetas, no todos son capaces de mostrar las cosas de la vida
cotidiana con una cierta belleza y poesía. Yo detesto ver imágenes feas,
mujeres mal filmadas. Soy una amante de la belleza", sostiene.
Hoy
en día, en cambio, más alejada del mundo del cine, Sanda dice que la encuentra
en todo lo que hace. "Ya sea el jardín, la cocina, la casa. Nací con el
feng shui incorporado, necesito estar rodeada de belleza. Soy muy exigente
conmigo misma y con los demás. Eso no es fácil en un mundo como este. Por eso
me alegro tanto cuando encuentro un compañero del alma", asegura.
Uno
de esas almas gemelas fue el director de cine francés Robert Bresson, quien
quedó deslumbrado por sus fotos en revistas como "Glamour",
"Elle" y "Vogue" y la convocó para rodar "Una mujer
dulce" en 1968.
"Hasta
el día de mi muerte no me voy a olvidar de él. Lo llevaré en mi corazón
siempre. Con él aprendí muchísimo, me dio confianza en mí misma, me eligió, me
permitió sobrevivir a todo lo que fue la novedad de empezar a trabajar en el
cine por la gran confianza que me regaló. Fue el maestro que me reveló a mí
misma", dice. "Bresson tenía esa dimensión artística, además era un
hombre cristiano, casi místico. No sé si podría ser como soy si no lo hubiera
encontrado".
Le
siguieron filmes como "El hombre de Mackintosh", de John Huston,
junto a Paul Newman; "Le navire night", de Marguerite Duras y
"L’indiscretion", de Pierre Lary, con Jean Rochefort.
"Me
costó varios años sentirme realmente actriz, porque como no había estudiado me
sentía insegura. Es realmente un camino difícil y a la vez fantástico, porque
usas mucho la intuición", dice Sanda, para quien la actuación es un
trabajo que permite "entrar en muchas cosas más" como el arte, la
música y la literatura.
A
fines de los 80 rodó "Guerreros y cautivas" en la Patagonia argentina
bajo las órdenes del argentino Edgardo Cozarinsky, junto a Federico Luppi, su
primer contacto con el país en el que terminaría viviendo por amor y rodando
otras tantas películas, como "Yo, la peor de todas", de María Luisa
Bemberg, "El viaje", de Pino Solanas y "Garage Olimpo", de
Marco Bechis.
Intentó,
asimismo, incursionar en el teatro local y estrenó hace cuatro años en la calle
Corrientes junto a la actriz argentina Cristina Banegas la obra "Misterio
del ramo de rosas", de Manuel Puig, experiencia que prefiere no recordar.
No se sintió a gusto con su compañera de tablas ni con el director y se
consideró maltratada por la crítica.
"Me
sentí horrible, muy sola, desde el primer momento hasta el último. Fue la única
y quizá última experiencia en teatro porque fue trágico. Todo el peso recayó en
mis espaldas, porque los críticos son una pequeña mafia y como tengo
trayectoria me mataron. Fue tan injusto, tan feo, tan falso. Está bien, soy
francesa, vivo en Buenos Aires, hice teatro en Corrientes, me puse en riesgo.
Hoy en día me río, pero fue como un balde de agua fría, paf!".
Actualmente,
dice, se encuentra en un momento "de meditar mucho", haciendo
cerámica. "Hace años lo quería hacer y no tenía tiempo". Asegura que
está más tranquila, aunque aclara: "Bueno, con el carácter que tengo,
tranquila yo no soy. Yo tengo mucho fuego, mucha pasión, soy muy impulsiva.
Pero hay que seguir, la vida es un cambio permanente. Uno no puede quedarse en
el pasado, si no no vives tu época: eso es lo que llamo envejecer. Si uno no se
quiere morir, tiene que seguir con su tiempo".
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